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Me resultó escalofriante la notícia que publicó The Mirror sobre una niña de nueve años que tuvieron que ingresar en un centro de rehabilitación por su adicción a un juego muy conocido, lanzado a mediados de 2018. La pequeña llegó a orinarse encima por no poder abandonar la pantalla del ordenador. Jugaba hasta diez horas al día. Esperaba a que sus padres se durmieran para levantarse y jugar sin interrupciones.

Cuando hablo de este tema con madres y padres, parece que a todos preocupa, pero ¿cómo actuamos nosotros? Me pregunto muy a menudo si no somos un poco verdugos. Los mismos que les prohibimos el uso de estos aparatos, se los hemos facilitado mucho antes sin haber puesto ninguna pega. ¿No os parece grave? ¡A mi mucho! Es necesario que hagamos algo desde ya.

Las tecnologías han irrumpido de un modo rápido en nuestras vidas. Los de la generación X, los nacidos entre 1960 y 1988, no usamos del mismo modo las tecnologías que los Millenials, nacidos entre los años 1988 y 2000. Por eso, la incorporación y educación en el uso de los mismos debe ser tenida muy en cuenta.

No me parece congruente que niños de un año, tumbados en sus hamacas, pasen el rato con una tablet viendo imágenes sonoras para estimularlos. ¿Para estimular el qué? El entorno natural ya te ofrece la estimulación necesaria para un sano desarrollo de los sentidos y una mejora de las conexiones neuronales básicas. ¿Para distraerlos? De nuevo, el entorno es rico para posibilitar múltiples actividades. ¿Para que coman? ¿y cuando no existían estos aparatos no comíamos?. No me sirve ninguna de las excusas que me podáis aportar. Para mi es una cuestión de educación. Ni más, ni menos. Y eso implica esfuerzo por nuestra parte, coherencia en nuestros actos y aplicar lo que decimos para que aprendan por imitación, que es como aprenden los niños. Sin embargo, es más sencillo hacerles comer teniéndolos alerdados frente a una pantalla, que estén calladitos mientras tomamos café con amigos o pensar que les aportamos calidad en la educación manteniéndolos frente a un video de quince minutos de Youtube. Estamos favoreciendo futuros adictos.

¿Os habéis fijado que cuando están frente a una tele, tablet o cualquier aparato del estilo dejan de interactuar, se ‘emboban’ frente a él y no permiten interrupciones? ¿Habéis probado de retirarles el aparato de repente? Su reacción suele ser arisca, de enfado, desbordada. No controlan el uso que hacen de ellos. Y tampoco les estamos enseñando.

Yo soy muy fan del acceso rápido e ilimitado de información que nos ofrece internet. Hago uso, además, de muchas aplicaciones que me facilitan la vida o me la enriquecen. Me parece que vivimos en un momento brutal en este sentido. Somos muy afortunados. Pero debemos educar en el uso responsable y sano. Me parece una aberración dejar en manos de una personita sin un criterio formado sobre muchas cosas este amplísimo mundo. Debemos comprometernos a enseñar y educar en el uso de los aparatos y de la información que podemos encontrar. Si educamos en la responsabilidad, no necesitaremos prohibir.

Os hago una última reflexión. ¿Pensáis que los niños nacen con la necesidad de usar las nuevas tecnologías a edades tan tempranas o somos nosotros quienes les hemos generado esa necesidad? Yo lo tengo muy claro, nosotros somos los principales motivadores. Pongamos remedio a un problema que está generando niños adictos.

He empezado este año con el compromiso y la ilusión de andar en mi proyecto. Es un propósito y un santo placer entrar en él y aprender cada día de todo lo que leo, de la gente que me hace crecer en él. Me lo planteo como una oportunidad para dedicarme, disfrutarlo, mejorar y, sobretodo, ayudar a los demás.

¿Y cómo os puedo ayudar yo?

Me siento preparada para compartir lo que sé sobre educación, sobre crecimiento personal. Sé cómo sacar brillo a aquellos rincones llenos de polvo que todos tenemos. Bien sabéis que con los años nos vamos acomodando y conformando con la vida que llevamos, sacrificando pequeños placeres, pequeños deseos que antes veíamos posibles y ahora vemos lejanos. ¡Vamos, no hay para tanto! Los tenéis ahí, bien cerquita. Es cuestión de dar un par de pasos. Me siento con ganas de estirar de vosotros siempre y cuando vosotros estéis decididos a andar.

Yo no tengo ninguna prisa. Para mi esto es un espacio de crecimiento o lo que podría llamar slow growth. He aprendido a bajar pulsaciones y a caminar segura pero sin grandes prisas. A pararme a disfrutar de los pequeños logros y de los descubrimientos. He aprendido un poco a la fuerza. Ser mamá te enseña cosas. Una ha sido esta, crecer lento, disfrutando del camino. Y, sobretodo, no pasar cuentas a nadie de ello. Saber que trabajo comprometida con lo que hago, exigiéndome lo que pueda dar en cada momento. Porqué ahora el tiempo que tengo ya no es solo mío. Y aprender a relacionarme de otra forma con el tiempo.  Y, os aseguro, que me aporta una calma interior que hacía tiempo que deseaba sentir.

Entonces, ¿te atreves a caminar? Date una vuelta por mi web, seguro que algo te encaja con lo que necesitas y cuando lo encuentres, ¡hablamos!