Comunicar mejor requiere modelaje y práctica.
Hoy hablaba con una persona sobre su hija y cómo le cuesta comunicarse con ella. Me decía que cada vez más. Yo no soy ninguna experta en este tema pero sí que tengo alguna idea de cómo puede mejorarla y conseguir una comunicación más fluida, cercana y sana con ella.
Pero antes me gustaría dar espacio a varias reflexiones que me planteo desde hace algun tiempo. Los adultos tenemos una concepción distorsionada de los niños. A mi parecer, cometemos algunos errores a la hora de hablar con ellos. Partimos de la base de que ellos nos pueden aportar poco a nuestra existencia, que tienen poco criterio para opinar sobre temas determinados y no valoramos su sentido crítico. Siempre digo que llevan poco en este mundo, bastante menos que nosotros, pero os aseguro que criterio y opinión sobre las cosas tienen. La cuestión es si les escuchamos desde una perspectiva adulta o de niño. Y hablo tanto de niño como de adolescente. No debemos pensar que nosotros, como personas ya formadas y ricas en experiencias, tenemos las verdades más absolutas y que nuestro deber es transmitírselas. Y que además ellos deberán creer y seguir a pies juntillas. Uno de los fallos, para mi, es creerlo. Creer que si las siguen les salvaremos de cometer errores que nosotros cometimos.
Y ellos este ego nuestro lo huelen y no les gusta. No les interesa seguir los pasos que nosotros les marcamos ordenadamente. A ellos les gusta sentir a alguien que les acompañe y les guíe, pero que les deje explorar, investigar, resbalar y caer. Y cuando necesiten una mano, un abrazo o un consejo sepamos dárselo, para que ellos puedan seguir caminando con cierta seguridad.
Hay que empezar a cuestionarse cómo nos comunicamos con ellos. Algunas cosas que podríamos tener en cuenta son:
- ¿Cómo les escuchamos? ¿estamos esperando a que acaben de contarnos para soltarles el consejo que no nos han pedido? o les escuchamos para que se puedan expresar y poder comentar con ellos la situación.
- ¿Les contamos también nuestro día o nos limitamos a preguntar por el suyo? A veces les hacemos las cinco preguntas de rigor para confirmar que el día ha ido bien, pero no nos damos cuenta que nosotros a ellos no les contamos nada y pretendemos establecer una confianza que es forzada y fría. Acostumbrémonos a contarles qué tal nos ha ido en el trabajo, qué hemos comido, con qué amiga hemos quedado, etc. Ellos, automáticamente, contarán.
- ¿Respetamos su criterio sobre las cosas o les vetamos de forma sistemática cuando algo no nos gusta? Ellos ven el mundo desde otro prisma, por su juventud y falta de experiencias. No hay que bloquear esa parte de criterio, hay que estimularlo. Esto, además, genera confianza. De esta manera otro día que tenga alguna duda o problema se sentirá seguro y decidido a hablar con nosotros.
- Nosotros no lo sabemos todo. Mostrarnos humildes ante ellos y reconocer que de algo no sabemos les hace creer en nosotros y respetarnos por ello. Y si además ellos pueden enseñarnos a nosotros, no sabéis lo que ganamos.
- Hablémosles con respeto, demostrando que les valoramos. La condescendencia no ayuda. El reproche tampoco.
- Pasar ratos haciendo alguna actividad únicamente por el placer de hacerla juntos. Eso también ayuda a crear lazos de confianza y complicidad. Y en esos ratos pueden salir conversaciones muy ricas.
Seguramente hay más maneras de fomentar una comunicación sana con ellos, a mi se me han ocurrido estas seis. Y, por encima de todo, enseñarles a comunicar siempre debería partir del modelo que nosotros les aportamos.
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