‘Si con todo lo que tienes no eres feliz, con todo lo que te falta tampoco lo serás.‘ Erik Fromm
Al leer esta frase días atrás vinieron a mi cabeza 3 personas muy cercanas a las que sé que les diría lo mismo: Nunca vas a conseguir ser feliz, pues nada te provoca una nimia sensación de acercamiento a ella o Es tan efímera para ti la felicidad que te olvidas haberla sentido y/o vivido alguna vez. Esto es lo que me apetecería decirles sin más, pues es lo que percibo cuando me explican sus vidas. Y, sin muy bien saber porqué, me despego de ellos. Y les quiero pero les evito en ocasiones. Su manera de vivir me apaga, no me emociona ni me aporta.
Y a raíz de esta frase me planteo la difícil tarea de enseñar a los que llevan poco por aquí, a los niños/as. A ellos, que aún no se plantean si son felices o no. Personitas que aún no tienen mucho de adquirido ni de enquistado ni de asumido. Y pienso en lo fácil que puede llegar a ser como adulto enquistado reaprender a vivir la felicidad enseñando a sentirla.
Y es más simple de lo que parece y nos han hecho creer. No debería ser un objetivo a conseguir, sino una manera de vivir los fracasos, las frustraciones, los desajustes imprevistos en nuestros cuadrados planes semanales, las ganas de agradecer a los de alrededor lo que nos aportan y nos cuidan, saberse amado y dar amor, tocar, abrazar, verbalizar, admirar. No es más que AGRADECER y sentir que la felicidad la tienes intrínseca en tu desayuno en familia, en tus lecturas en solitario o en tu trabajo. Y, por supuesto, no quiere decir que debas estar todo el día eufórico, agradeciendo a diestro y siniestro todo y nada. Sino ser consciente que todo te aporta. Y lo que no, debes saber desecharlo. Y anda, no te sientes demasiado. Anda y avanza. Mejora y fortalece tu vida con las cosas que te hacen sentir bien. Y no sientas que debas justificarte a nadie ni a nada. Hazlo porque te sientes bien. Te sientes FELIZ.