‘No sé, las cosas siempre se hicieron así.’
Es muy habitual llegar a un trabajo, siendo el nuevo y con ganas de hacer, aprender, proponer, liderar y cambiar. Pero lo que suele pasar es que en cada una de tus aportaciones para el cambio recibas respuestas como estas: ‘Nosotros lo hacemos así’ o ‘Las cosas siempre se han hecho así’.
Cuando he oído alguna de ellas vienen a mi mente dos ideas. La primera es que no está reñido el siempre con lo nuevo. La segunda es una sensación de estar trabajando con personas de poca iniciativa, de energías muertas, de robots entrenados y programados para ‘hacer las cosas SIEMPRE así’. Y, como es de esperar, se desvanece parte de mi ilusión y nace la idea de promover el cambio de forma sutil, para que no duela a los ya intalados en el trono de la empresa, a los que les da miedo caminar por otro firme por temor a no saber andar por él y caer.
Me parece muy gráfica una fábula empresarial que puede servir de ejemplo a lo que explico además de poder usarlo en mil ámbitos.
Un grupo de científicos estaba estudiando el comportamiento social de los monos. Utilizaban cinco machos a los que habían enjaulado y a los que sometían a diversas pruebas. Un día colocaron un árbol seco en medio de la jaula y en la rama más alta colgaron un buen racimo de plátanos.
De inmediato uno de los simios se lanzó a trepar por el árbol para alcanzar el racimo, pero en ese momento unos chorros de agua helada empaparon a todos los monos que gritaban y corrían intentando huir. Esto se repitió dos o tres veces, hasta que un día uno de los monos intentó subir el árbol y en ese momento los otros cuatro le agarraron y le pegaron para hacerle desistir de la idea.
Dos días más tarde, los científicos introdujeron un nuevo mono que sustituyó a uno de los antiguos. El nuevo se lanzó hacia el árbol en cuanto divisó el racimo de bananas. Nada más comenzó a trepar, los otros cuatro se lanzaron hacia él y le pegaron para que no subiera. Después de varios intentos y varias palizas “el nuevo” no volvió a intentarlo. Introdujeron entonces un segundo mono y sacaron a otro de los más antiguos y la escena se repitió exactamente igual, además el primer sustituto participó de la paliza que se le dio a este segundo sustituto.
Los científicos fueron sustituyendo a todos los monos del grupo inicial, de manera que en un momento todos los monos que quedaban en la jaula nunca habían recibido las duchas de agua helada. Sin embargo, ninguno se atrevía a subir el árbol. Y, si se introducía un mono nuevo, recibía una paliza si lo intentaba.
La pena es que nunca pudieron preguntarle a los monos el porqué de su comportamiento, aunque es seguro que, si lo hubiesen podido hacer, los monos hubiesen respondido: “No sé, las cosas siempre se hicieron así”.
Mateo, Juan, Cuentos que mi jefe nunca me contó, LID Editorial Empresarial, 2011
Totalmente de acuerdo con tu comentario y tu ejemplo, esto ya lo he vivido, ahora me coloco fuera del espacio para intentar que no me haga daño y sobrevivir.
Me ha encantado. Estaría bien que no nos diera miedo el cambio y que además, aprendiéramos a aprovechar lo que surge cuando se unen la experiencia de la vejez con la novedad que aportamos los jóvenes. ¡Ganaríamos todos y siempre hay algo a mejorar! Gracias por plasmarlo aquí.
Hola. Me alegra conocerte. Gracias por visitar y seguir el blog. Bienvenida. Seguiremos en contacto. Un saludo.
me siento muy identificada con este post , muy bueno, me encanta